lunes, 7 de diciembre de 2009

Él

El pobre niño alienta una esperanza
y ensaya, en la penumbra, la mirada
que quiere ser de ayer, y que no alcanza
una resurrección franca y amada.


El pobre niño pálido no quiere
comprender que es inútil el sonrojo
del ocaso lejano, en que se ofrece
un corazón desventurado y flojo...


Y al tibio sol se mira ya, jugando,
sin la inquietud, sin el presagio vago,
y ya siente un amor que va enjugando
el llanto y la congoja de su estrago.


Un "sin embargo" sus silencios junta
para dejarlo inmóvil y pensando
sin contestar aquello que pregunta:
¿Hasta cuándo?
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo?, se repite.


Y las noches ajenas y los días
esparcen la ceniza que derrite
la nieve intacta de sus alegrías...
¿Hasta cuándo?, ¿un minuto o una vida?


No contesta el Amor y el Dolor calla,
y el pobre niño pálido, perdida
la esperanza, ni persigue ni ensaya
la luz de una mirada permitida.


Y se va trasluciendo en un desmayo
su vida, ayer de par en par abierta;
y el pobre niño pálido es un rayoque

se muere en el quicio de la puerta.

Xavier Villaurrutia

Más que lento...

Ya se alivia el alma mía
trémula y amarilla;
ya recibe la unción apasionada
de tu mano... Y la fría
rigidez de mi frente
dulcemente entibiada
ya se siente...


Yo no sé si mi mal indefinido
se decolora o se desviste,
pero ya no hace ruido.


Yo no sé si la luz que todo anega,
o el latido leal que te apresura
en mis sienes, o el ansia prematura,
inunda las pupilas y las ciega.

Qué conmovida está mi boca,
e inconforme.


Y distinto mi cuerpo
a la distinta llama de tu sangre.
Y mi sed ulterior acaso es poca.
Siento una languidez, y un desvaído
cansancio, casi de relato
pueril... Me siento como
en el claroscuro envejecido
de un melancólico retrato...
Xavier Villaurrutia

Inventar la verdad

Pongo el oído atento al pecho,
como, en la orilla, el caracol al mar.
Oigo mi corazón latir sangrando
y siempre y nunca igual.
Sé por qué late así, pero no puedo
decir por qué será.

Si empezara a decirlo con fantasmas
de palabras y engaños al azar,
llegaría, temblando de sorpresa,
a inventar la verdad:
¡Cuando fingí quererte, no sabía
que te quería ya!

Xavier Villaurrutia